domingo, agosto 12, 2007

El Legislador Cristiano y la Etica

Joseph E. Power, O.S.F.S. (1)
Artículo publicado en Mensaje de Agosto de 2000
En una sociedad pluralista, con diversas opciones de fe y tradiciones morales, ¿qué debe hacer un legislador cristiano? El autor de este artículo plantea el problema a propósito de la tensión que se produce entre algunos sectores eclesiásticos y políticos católicos cuando surgen temas en que la Iglesia tiene una determinada posición. El camino adecuado para obispos y legisladores es, según este artículo, reconocer y profundizar la distinción propuesta por Maritain entre ética personal y ética política. Ello puede ayudar a reconciliar las convicciones absolutas con las realidades de esta sociedad compleja.

Hace casi setenta años, el filósofo católico Jacques Maritain (1882-1973) intentaba comprender de qué manera una sociedad ética y religiosamente diversa podía hallar un rumbo moral. En aquel contexto, planteó la cuestión de la obligación que puede llegar a enfrentar un legislador convencido de la verdad de sus principios morales. A continuación ofrezco mi traducción del párrafo correspondiente a la edición francesa original de Humanismo Integral (1936):
“Es evidente que para una sana filosofía sólo una moral es la verdadera. Pero para un legislador que en su acción debe tender al bien común y a la paz de un determinado pueblo, ¿no habrá de tener en cuenta el estado de tal pueblo y el ideal moral, más o menos deficiente, pero existente de hecho, de las diversas familias espirituales que lo componen? ¿No habrá de hacer entrar en juego, por lo tanto, el principio del mal menor?”
El lenguaje es propio del contexto de Maritain pero la cuestión es clara. En una sociedad civil conformada por diversos grupos religiosos y tradiciones morales diferentes, ¿qué es lo que un legislador debe hacer? En una pregunta retórica Maritain sugirió las realidades que hay que tene en cuenta y un principio por invocar. Luego pasó a delinear lo que llamó una "solución pluralista": “En nuestra opinión significa que, para evitar males mayores (que atraerían la ruina de la paz de la comunidad y el endurecimiento - o la desintegración- de las conciencias), el cuerpo político puede y debe tolerar en su ámbito (y tolerar no es aprobar)... formas de culto y también de concebir el sentido de la vida y maneras de comportarse.”

SABIDURÍA MORAL

En alguna ocasión, Maritain citó también un comentario de santo Tomás acerca de la tolerancia a formas de culto no cristianas y extendió aquel principio a otras maneras de concebir y vivir la vida. Esta tolerancia de parte del cuerpo político no constituye aprobación alguna, como tampoco implica mera conveniencia; de hecho tiene un fundamento ético. Es más, no tiene por qué concluir en relativismo moral o en vacío ético; más bien provee un espacio dentro del cual la sabiduría de la verdadera moral podría persuadir a una mayoría de ciudadanos, cualquiera sea su acervo ético: "Es propio de esta sabiduría indicar el rumbo a la civilización, no mediante la imposición de sus concepciones de manera autoritaria, desde arriba, por ser católicos, sino de- mostrando experimentalmente, como desde abajo, que conforman la justa razón y el bien común" (Freedom in the Modern Worid).
La sabiduría moral necesaria no debe ser impuesta, sino que puede y debería ser pro-puesta y debatida. Probar que una determinada moral es lo mejor para una sociedad es tarea difícil pero no imposible, puesto que dicha prueba "sería sobre todo una prueba práctica y experi- mental hecha en el orden de la realidad política, por hombres designados por su energía y aptitud para el poder" (Freedom).
Es decir, los líderes políticos deberán abogar por una ética sólida basándola en fundamentos empíricos y comunes, a fin de que sus implicancias puedan ser aceptadas por quienes no comparten las mismas premisas filosóficas o religiosas. He aquí algo que llevar a cabo para lo cual los políticos están excepcionalmente ubicados para llevar a cabo. Pero ¿cómo?

ÉTICA POLÍTICA

Maritain fue un filósofo, no un político. Había desarrollado muchas de estas ideas a principios de la década del 30, antes de adquirir experiencia directa del pluralismo norteamericano. Mientras vivió en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra y más tarde, se dedicó, como filósofo político, a describir el papel del legislador dejando en claro, ante todo, que no era simplemente reflejar la opinión mayoritaria de su electorado.
“Los representantes del pueblo... no son meros instrumentos de una voluntad general quimérica... deben tomar sus decisiones conforme a los dictados de su conciencia, a las leyes de aquella rama específica de la ética que es la ética política, al juicio de su virtud de prudencia política (si la tienen), y a lo que estimen necesario para el bien común... aun cuando al hacerlo merezcan el desagrado popular” (Man and the State, 1951).
Los legisladores deben votar según su conciencia, una conciencia informada por la ética política, la prudencia política y los requerimientos del bien común. ¿Ética política? Hoy, en la época de lo políticamente correcto, que opera sobre cualquier cosa menos sobre una base ética, hay quienes pueden considerar la expresión "ética política" como una contradicción. No lo consideraba así Maritain. Por lo menos desde los tiempos de su Introduction to Philosophy (publicada por primera vez en 1921), había seguido a Aristóteles en la distinción de tres ramas de la ética: ética individual, ética doméstica y ética política. Más tarde, prescindiendo de la doméstica, contrastaría moral individual, "la cual se relaciona esencialmente con la vida interior de la conciencia y se expresa en las acciones del individuo... y moral social, la cual se vincula a la índole de la cultura, y a las leyes e instituciones, y se expresa en el comportamiento social" (On the Philosophy ofHistory, 1957).
De hecho, según Maritain, sería un gran error aplicar la ética personal directamente a un problema social o político; ello significaría "imponer", como lo expresa en Humanismo Integral, "a una política que es amoral, normas morales que son apolíticas.” . En El hombre y el Estado denominó a esta práctica "hipermoralismo", una postura demasiado moralista que, pidiendo lo imposible, se expone al riesgo de tornar sospechosa toda ética: “Pero mi análisis sería incompleto si no observara que el hipermoralismo político es tan nocivo como el amoralismo político y, en último análisis, constituye una respuesta al propósito mismo del cinismo político. La política es una rama de la ética, pero una rama especialmente distinta de otras surgidas del mismo tronco.”

DISTINGUIR PARA UNIR

Si una persona debe escoger entre esta vida y la próxima, entre obedecer al César o a Dios, no hay discusión; paro salvo esa crisis, debiera existir una forma de respetar ambos propósitos de la vida: procurar el bien común de esta sociedad y alcanzar la vida eterna.
A continuación, Maritain afirma que esta distinción se basa en el hecho de que la vida humana tiene dos fines últimos: el bien común temporal subordinado y el bien común eterno. Traducido del lenguaje escolástico, ello significaría que si una persona debe escoger entre esta vida y la próxima, entre obedecer al César o a Dios, no hay discusión; pero salvo esa crisis, debería existir una forma de respetar ambos propósitos de la vida: procurar el bien común de esta sociedad y alcanzar la vida eterna. Parte de esta tarea es distinguir la ética política requerida por el primero, de la ética individual necesaria para la segunda.
No ha de suponerse que esta ética política ya ha sido formulada y articulada por Maritain o cualquier otro. No. Durante tanto tiempo se ha equiparado la ética con la ética personal, que la mera existencia de ética doméstica y política resulta problemática. Entonces, en primer lugar, deberían definirse la esfera y condición adecuadas de estas otras ramas de la ética, diferenciándolas a fin de conectarlas. Este paso es todavía más difícil puesto que ya se han trazado distinciones similares -por ejemplo, entre moral y legalidad, o entre moral privada y políticas públicas- que podrían confundir la cuestión al implicar que la moral existe sólo en el nivel personal y que la discusión pública se refiere a leyes o políticas basadas o no en la moral. Para Maritain, la distinción reside dentro de la ética, o sea, en cada una de las tres ramas siempre está la cuestión del bien y del mal morales.
Lo que han articulado Maritain y otros, desde Aristóteles hasta john Courtney Murray y John W. Glaser, es una distinción que puede contribuir notablemente a los actuales debates éticos. Para empezar, es una distinción que permite a los católicos y a quienes no lo son sostener una ética personal que no admite excepciones en lo que a vida humana se refiere y, al mismo tiempo, desarrollar una ética política orientada al bien común de una sociedad pluralista.
Otro beneficio adicional es que los moralistas no sentirán que deben "suavizar" su moral personal sobre cuestiones de vida en su esfuerzo por hallar un terreno común con otros miembros de la sociedad. Pueden re-examinar cuestiones de moral personal si fuera pertinente, pero buscarían el terreno común en la esfera de la ética política. Allí, según Maritain, es más probable que exista puesto que la cuestión no pasa, por ejemplo, por si la eutanasia o el aborto son admisibles (de acuerdo con la mora personal), sino más bien qué tipo de legislación posible y sancionable tiende más a reducir la ocurrencia de estas prácticas y, en términos más generales, a promover el respeto a la vida en el conjunto de la cultura (2).
Si los obispos y políticos reconocieran esta distinción clásica, la definieran con precisión y comenzaran a explorar sus implicancias, tal vez lograrían rescatar la tradición por la que Maritain abogó. Podrían incluso descubrir un ejemplo radicalmente nuevo del ampliamente aplicable aforismo de Maritain: "Distinguir para unir". Distinguir moral personal y moral política; distinguir los dos fines relacionados de la existencia humana; distinguir los respectivos, roles y distintos talentos de obispos y de líderes políticos; y hacer todo ello con el fin de unir: trabajar de común acuerdo hacia la meta acertadamente descrita por los obispos: "Defender la vida en la mayor medida posible" (3)
Notas: (1) El autor es religioso oblato, director del DeSales Resource Center en Stella Niagara, Nueva York. (2) La declaración de los obispos estadounidenses de 1998 en el documento "Vivir el Evangelio de la Vida", afirma: "Ciertamente hay momentos en los que resulta imposible anular o impedir la aprobación de una ley que permite o promueve un mal moral - es el caso de una ley que permita la supresión de una vida humana por nacer -. En estos casos, un funcionario designado con una conocida posición a favor de la vida, podría procurar legítimamente limitar el daño causado por la ley". (3) "Vivir el Evangelio de la Vida". Obispos de EE.UU., 1998.

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