lunes, septiembre 10, 2007

Sobre mínimos y máximos

Gonzalo Cowley P.

28 Agosto, 2007

Sería plausible, también, que la comisión Meller divagara acerca de los máximos éticos, no como límite a la libertad, sino como reflexión cultural en torno a una sociedad que acumula sin sentido, que se acerca a la codicia.

No cabe duda que la palabra de Alejandro Goic desató conversaciones en voz alta en el país. Digo en voz alta, pues hace mucho tiempo - aunque de modo más focalizado en grupos de interés, organizaciones sociales y sindicales, especialistas académicos o en el propio mundo político o de las Iglesias - la idea de los máximos y mínimos éticos son parte de una conversación permanente.

El resultado de dicho llamado de atención ha sido la comisión que preside el prestigiado economista Patricio Meller, la cual tendrá un plazo acotado y temáticas definidas para evacuar un informe que contribuya a fijar un camino en materias de equidad y justicia social. Su integración asegura, además, la participación de un selecto elenco de especialistas y personas – todas – de demostrado interés por estas temáticas.

El resultado de la comisión es extremadamente importante por dos razones sustantivas. La primera, porque está convocada por la Presidenta de la República y naturalmente las conclusiones tendrán efectos vinculantes en medidas, proyectos de ley y estrategias gubernativas a seguir. La segunda, porque institucionaliza un problema real que es necesario abordar con renovada urgencia para seguir en el propósito de dar el salto que se hace cada vez más esquivo en nuestro país, dado el enrarecido clima político de dispersión al que contribuyen todos los actores por múltiples razones poco edificantes sustentadas en intereses individuales y de grupo o en falsos orgullos y desconfianzas.

El origen mediático que ha puesto parlantes a una discusión de pocos, está no sólo en la demanda por un salario ético de parte de Monseñor Goic, sino que principalmente en la estimación del valor de ese salario. Ha sido tal el impacto que no en vano a don Alejandro le han dicho que no se meta en temas técnicos y el Presidente de la CUT ha dicho que en realidad lo que ellos piden como piso es un 25% menos de la cifra que propone la Iglesia. En realidad, la cifra da lo mismo. Es probable que todas las grandes empresas puedan pagar el salario ético y a las Pymes y las pequeñitas les cueste bastante más por sus propias estructuras de costo en que se organizan. Pero insistimos que da lo mismo, pues lo realmente importante es la referencia moral.

Se critica el método de las comisiones para gobernar. En un sentido puede ser razonable, es cierto, pues los gobiernos están para mandar y tomar decisiones. Pero, en otro sentido, puede resultar una gran estrategia de conversación. Cuando estamos mediatizados hasta el tuétano, monseñor Goic tiene que dar una cifra para que se produzca la conversación, porque si llega a decir que Chile necesita un salario ético mínimo y digno (sin cifras), aquí no pasa nada. Entonces, esta lógica de las conversaciones entre representantes de la sociedad tan diversos, puede ser un método razonable de ganarle a una sociedad que vive en una transición cultural y en el palabreo fácil, permitiendo detenerse un momento, reflexionar razonadamente (procurar la “discussion”) y llegar a puerto, lejos de conclusiones que buscan el aplauso fácil situando verdaderamente el punto hacia el futuro.

Sociedades en transición requieren estrategias para gobernarse. Primero gobernar las expectativas, que es una variable determinante en los tiempos actuales. Segundo, gobernar el futuro, que está frenéticamente más cerca. Tercero, gobernar la multiplicidad, que es una realidad que explosiona por cada costado y que tiende a particularizar la vida común, haciendo más complejo dilucidar los grandes trazos y los nuevos relatos.

La comisión tendrá un eje en torno a las palabras de Alejandro Goic. Que duda cabe que se estará pensando como trasfondo ético en el salario propuesto y en la obligación del Estado de proveer condiciones de mínima justicia y determinar que necesidades y bienes deben ser provistos en un contexto de visión social del Estado de Derecho, en palabras de Adela Cortina.

Ahora bien, sería plausible, también, que la comisión divagara acerca de los máximos éticos, no como límite a la libertad, sino como reflexión cultural en torno a una sociedad que acumula sin sentido, que se acerca a la codicia. Agustín Squella lo decía magníficamente en una columna de opinión hace unos días, sobre el mismo tema La codicia tiene que ver no con conservar -que es la obsesión del avaro-, sino con incrementar. Consiste en una ciega e insensible aplicación de las capacidades de una persona al aumento incesante de sus bienes, sin poner atención a si son necesarios y si para conseguirlos tiene que arrebatar a otros lo que en justicia pudiere corresponderles”.

En suma, estamos frente a una oportunidad. Si hay grandeza, se podrá tener este debate con altura y proveer mecanismos y soluciones decentes invocando la dignidad. De paso, se estará enfrentando una parte de un problema mayor que marca significativamente el rumbo de nuestra sociedad chilena. Estamos viviendo un punto de inflexión de la mayor envergadura cultural y que tendrá grandes impactos hacia el futuro. Como desatemos estas tareas hoy, traerá como consecuencia como seremos en el futuro.

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