miércoles, marzo 15, 2006

Den Cartas

Y que tal si nos proponemos y generamos un proyecto, podríamos llamarlo: “la tarjeta de visita”, la más codiciada, la que nos hace importantes, más allá de los cargos o nuestras posiciones banales, la que nos presenta al mundo, y nos permite decir a los demás quienes somos, ¡cuan importante somos!. De hecho, un don nadie, no puede tener tarjeta de visita, y si la tiene seguro será con el logo, ¿si es que? De alguna institución que no, o si existe no tiene existencia relevante.
Contratapa.
Y el que recibe la tarjeta, aquel que por una concesión graciosa, por un acto de liberalidad extrema, lo bendecimos con el don de conocernos, empresa en que trabaja, nombre y apellido, cargo, teléfono, fax y domicilio, ese si que es un agradecido, ¿agradecido de quien?... del pobre diablo, que aparentando posición quiso sacar ventaja extrema, formar consultora y ONG, centro de estudios o de asesorías, obtener un buen dato o una prebenda, o quizás sólo pretende ser escuchado, satisfacerse de si mismo, de su profunda capacidad de análisis y abstracción, de mirarse en la foto, de leerse en el diario...
Vaina o Pisco Sour... ¿Cuál es la diferencia?, en un lindo cóctel todos podemos si la timidez no nos vence, intercambiar tarjetas, como banderines en partido... es la forma de poder lograr ser alguien, no que se nos reconozca, pero si que nos conozcan, que nos salude mucha gente, de quienes seguramente rara vez conocemos sus nombres o, peor aún, ni si quiera recordamos sus rostros, pero por si acaso... ¿que tal, como esta usted?, sin profundizar demasiado, no sea que vaya a ser viudo y le pregunte por su esposa... que él me entregue información de quien es, y yo cual hábil tarotista, desarrollo un dialogo de viejos amigos, de los que se quieren tanto, de los que se preocupan, intentan ayudar, pero no pueden. Pero no importa, por que igual son buenos, eso es justamente lo que los hace buenos. Eso, que la verdad, es que no pueden hacer nada, (o mejor dicho
-susurrando- no quieren hacer nada) pero si que se preocupan... viste que es bueno!
En definitiva, ocasiones sobran, hay quien por ahí incluso, pasó por un funeral y depósito una para “compasión” de los deudos, para compasión de los muertos.
En esta parte deben reír...
Y parece que nos equivocamos de nuevo, una y otra vez... de nuevo, y nadie avisó, ¿es que no hay voluntad?...
Y se hace necesario deshacernos de las vestimentas, de las cáscaras que adornan nuestro caminar para pasar a lo importante. El respeto hipócrita pronto se descubre, y el verdadero desafío esta siempre en la palabra, con ella construimos ideas y de tanto hablar y hablar hasta cansarnos llenamos el vaso de la vida, esta parece es la única forma de generar conversaciones de co-inspiración, que no es sino, abrir espacios y operar en una misma inspiración. Es por eso, que confiando en Maturana, creemos que las emociones son el fundamento de nuestro quehacer y querer es la potencia del alma que mueve al hombre a hacer algo, pero sin emoción no hay inspiración y sin inspiración no hay creación. La posibilidad de modificar el universo que nos ha tocado circunstancialmente vivir, depende definitivamente de la capacidad de creer en nosotros mismos, de que podemos cambiar para otros, de que podemos romper el miedo a decir no se, a decir no puedo, a decir quiero aprender y que son derechos equivocarse, cambiar y por que no, irse.
Dadme un punto y moveré el mundo, de eso se trata el verdadero, simple y al mismo tiempo gigantesco desafió cotidiano, de asumir que cada uno puede aportar para participar en la permanente metamorfosis del tiempo y el espacio, y no se trata de idealismos con sellos de marketing, lejos de eso, es realismo puro. La suma de voluntades, de inspiraciones pueden efectivamente generar las emociones necesarias para mejorar el universo (nuclear, al menos) en que nos toco co-existir.
¿Qué que tiene que ver esa parodia de las tarjetas con esto otro?
Pareciera que es parte de lo mismo, del anhelo de avanzar hacia relaciones sinceras, transversales y democráticas, con verdadero compromiso de mostrarnos como somos, lo que realmente somos. Ser cristiano es ser hombre para otros. Por cierto que, para lograrlo cotidianamente necesitamos ayuda ¿quién no?, ayuda para vencer el ego del aplauso fácil, del éxito rápido y del reconocimiento ajeno, ayuda para ser tolerantes, realmente humildes y sencillos, desde la perspectiva de Cristo. Y esto más allá de nuestras eventuales creencias o no religiosas, políticas, y por cierto culturales y más allá de nuestra permanentemente equivocada prepotencia pretendidamente intelectual.
Estar dispuestos a “ser hombre para otros”, no para ganar el cielo, sino para ganar la tierra.
Parece que las cosas siempre son más simples de lo que nosotros mismos creemos, y siempre unas son consecuencias de las otras. Muchos de los ahora leemos, si nos detenemos podremos recordar aún con emoción, el placer y la alegría que nos ha brindado la vida, cada vez, que libres hemos estado dispuestos para otros y aún adultos, como somos, podremos reconocer que estos, son los momentos que más nos recuerdan las sensaciones de la alegría de nuestra primera infancia.

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